domingo, 11 de septiembre de 2011

25/6/2010

Barcelona, 6 de la mañana. Había salido con sus amigos, pero la discoteca estaba cerrando y le propusieron seguir la fiesta en casa de uno de ellos. A ella no le apetecía, estaba cansada y al día siguiente tenían muchas cosas que ver, así que decidió irse al hostal a dormir. La verdad es que estaba cerca, sólo tenía que coger una parada, hacer transbordo y otra parada más. Le daba un poco de apuro ir sola y a esas horas por  una ciudad desconocida, pero había mucha gente en el metro y eso la tranquilizó. Cuando llegó al transbordo vio a un montón de gente que iba en dirección contraria, ella supuso que a trabajar, porque la mayoría de las personas llevaban tarteras para la comida, caras de haber madrugado o ambas cosas. Entonces, en ese momento en el que la seriedad la rodeaba por completo, empezó a escuchar música de alguna parte. Eran sólo una voz y una guitarra, pero tenían algo... algo que transmitía un sentimiento de alegría y de optimismo difícil de describir. Ella siguió andando, y cuando reconoció la canción fue cuando vio a ese chico con un pie apoyado en la pared del pasillo, con su guitarra caoba y sus pantalones caídos. Ella le miró, y él a ella. Y justo cuando quedaron uno enfrente del otro, cantó el estribillo. Él con su voz y su guitarra. Ella sólo con los labios. La vio y se sonrieron a la vez. Y ella siguió andando, feliz.



1 comentario:

  1. Eres impresionante. Descubrir esto después de más de un año. No me dejas de sorprender.

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Residuo de pensamiento