sábado, 22 de octubre de 2011

22/12/2010 2/6/2011

¿Por qué tuviste que aparecer? ¿Eh? Yo creía que era feliz, pero entonces apareciste, tocando tu flauta a un lado de la cafetería... y yo con mi chocolate plantada al lado de la máquina como un pasmarote. Y cuando terminasteis no podía haberme ido y ya está, no. Tenía que quedarme para hablar, aunque fuese con el bajista, para ver si cabía la pequeña posibilidad de entrar. Y desapareciste.
En delegación me tuvieron que dar esa beca para la Fietsam, y me tuvieron que mandar al campo de rugby, para que yo supiese que ibas a tocar. Y ahí estaba yo, sola, otra vez plantada como un pasmarote, esta vez con mi cerveza, para escucharte a ti. Sola, sola dos horas en un lugar lleno de gente por ti. Con la vergüenza que me da. Después tenía que hablar contigo sí o sí, claro, y me tiré toda la puta noche dando vueltas, de un grupo a otro, con la única puta excusa de verte la cara. Al final conseguí hablar contigo, detrás de una verja. Me diste las gracias, sonreíste con esa sonrisa tuya y desapareciste.
Por la mañana lo encontré, lo tengo pegado en el armario. Te lo dije y me volviste a dar las gracias.
Con el fin del las clases volviste a desaparecer, y me obsesioné contigo. Vi tus fotos, tus proyectos, tu película y tus capítulos de Hospital Central.
Y cuando empezó el curso me crucé contigo gracias a mi despido. No me reconociste, pero cambié mi ruta  con la simple excusa de verte, aunque tardase más en llegar a casa. 
Ahora nos seguimos cruzando, pero sólo los martes en la cafetería. 
¿Qué pensarías si leyeses esto? Que estoy loca, eso seguro. Pero aunque fuese por miedo, me sonreirías la próxima vez que nos cruzásemos.