martes, 13 de noviembre de 2012

Ciudades espontáneas y efímeras.

Surgidas de la aglomeración de gente. El individuo es, o suele ser en su gran mayoría, inteligente. No así la masa. La masa sigue una situación de absurdo. Quizá por miedo, quizá por respeto, quizá por indecisión.
Cuando la masa se junta alrededor de un núcleo, se forma un grupo homogéneo si los individuos se encuentran cómodos. Pero si hay indecisiones, temores entre ellos, se generan huecos totalmente válidos para la ocupación que esta masa se niega a habitar.
Me explico.
Pongo por ejemplo la Plaza Mayor, donde una gran cantidad de artistas callejeros muestran sus habilidades. La masa se aglutina, rodea por completo los espectáculos que consideran mejores o los que más llaman la atención, sin dejar ni un solo hueco libre para el pobre desafortunado que llega algo después.
Sin embargo, en el caso opuesto, mi clase de proyectos. Hoy corregimos en pequeños grupos, alrededor de las mesas, donde el profesor es el foco de atención. Sin embargo, quedan sillas vacías, huecos preferentes de primera fila, mientras que la gente se queda de pie atrás del todo. ¿Es miedo a corregir? ¿A que les pregunte y se quede con su cara? No lo sé, pero que alguien se ponga delante de mí, que hoy no he traído nada.