Nadie la quería. Todo el día de un lado para otro, pateada, apaleada y golpeada sin contemplaciones. Incluso el gato, que ni siquiera pertenecía a la escuela, la maltrataba cuando se perdía.
Su sueño siempre había sido viajar a sitios remotos, triunfar en un lugar lejano como China o Japón, donde la gente la aclamase con grandes vítores. Fantaseaba con ello día y noche, pero el destino había decidido que su lugar fuese otro muy distinto. Después de pasar meses encerrada terminó en este espantoso sitio, de donde no tenía ninguna posibilidad (ni esperanza) de salir.
-Venga, ¿echamos otra?
-Vale, pero a 21 eh, que si no acabamos demasiado pronto y no quiero entrar a Estructuras.
El viento empezó a soplar con fuerza, y la pelota de ping pong se sintió estremecer de terror. Ahora la golpearían mucho más fuerte.
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Residuo de pensamiento