Hay veces que pienso en las personas como si fuesen olores, y con el paso de los años he conseguido catalogar y más o menos definir algunos de ellos.
Hay uno que me exaspera, me pone nerviosa y no me deja tranquilizarme en su presencia. Por ridículo que parezca, es el olor a mortadela. Las personas en las que pienso como mortadela pueden ser de muy distintas clases, pero son sus acciones las que los delatan. Cuando alguien "huele" a mortadela significa que hace las cosas rápido y mal, para salir del paso sin resultar herido. Los Mortadela no tienen amor propio, no sienten lo que hacen y son nefastos para los trabajos en grupo, pues con su indiferencia siempre acaban perjudicando a los compañeros.
En el lado opuesto está el olor a fresco. Este olor no se puede comparar con ningún tipo de ambientador o suavizante; es un concepto que lleva asociado lo limpio, lo bueno, lo puro. Las personas de olor fresco son trabajadoras, constantes y con un ímpetu muchas veces por descubrir. No le tienen miedo al esfuerzo y se sienten bien consigo mismos cuando saben que el trabajo ha dado sus frutos. Me encanta estar en compañía de este tipo de personas, porque me empujan a seguir trabajando, sabiendo que luego me sentiré orgullosa de lo que consiga.
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