Antes he dicho en Facebook que lo mismo hablaba sobre la madurez que me falta y tal, pero el verdadero motivo de la reflexión es algo mucho más importante.
Cuando entré en Arquitectura sabía que no iba a ser un caminito de rosas. Era consciente de que iba a tener que trabajar mucho, que iba a ser duro física y psicológicamente, pero me gustaba la idea de llegar a personificar lo que tanto me gustaba. Pero claro, una cosa es saber que algo va a sr duro y aceptarlo previamente, y otra muy distinta es experimentarlo por ti mismo.
De esta forma llegamos al día de hoy. Uno de esos días en los que te planteas mandarlo todo a la mierda sin pensar en lo que vendría después. Por suerte para mí, ahí estaba la señorita Dos mas Nueve para hacerme entrar en razón, y la conclusión de la conversación ha sido la que está abajo.
Me gusta mi carrera, de hecho me encanta. Es de las cosas que más me gustan en este mundo, pero es muy difícil luchar por lo que quieres cuando realmente no sabes lo que quieres. Sé que quiero terminar Arquitectura, eso por descontado, pero no sé para qué. Eso es lo que me falta, esa enorme motivación que uno saca a relucir cuando piensa que no puede más, las fuerzas de flaqueza que lo llaman. La mayoría de la gente ya lo tiene, sabe por lo que pelea, pero a mí me resulta muy difícil saltar todos los baches que se me presentan en el camino si no sé qué espero encontrar al final.
Claro que no voy a abandonar, sería de locos (con lo que me ha costado entrar), pero para esta semana tengo una tarea pendiente de lo más importante: encontrar mi motivación, y lo tengo que hacer yo sola. Será difícil, lo sé, pero estoy segura de que merecerá la pena.